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[:es]REPORTAJE ESPECIAL | Zaragoza Activa: la vieja fábrica de nueva economía[:]

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La antigua Azucarera del Rabal acoge en la capital aragonesa un insólito ecosistema de ‘milennials’ y entidades sociales en el que cientos de autónomos y emprendedores se forman y se buscan la vida.

Por Eduardo Bayona. Publicado en CTXT.

ZARAGOZA | 18 DE DICIEMBRE DE 2017.- Las paredes del viejo edificio de La Azucarera del Raval narran con sordina la evolución de una Zaragoza que, como capital del Ohio peninsular, transita de un capitalismo fabril en declive hacia la aparición de las nuevas fórmulas de economía colaborativa, social y tecnológica en la sociedad del conocimiento. Construida a finales del siglo XIX con la impostura de unas torres decimonónicas que pretendían parecer mudéjares, la gran fábrica en la que los obreros del suburbio arrabalero extraían el azúcar de la remolacha de la ribera acoge hoy, en sus 4.000 metros cuadrados, un insólito ecosistema de autónomos, cooperativas y empresas que comienzan a andar en el que miembros de la actual generación mejor formada de la historia, y muchos de las inmediatamente anteriores, se buscan la vida. La cosa se llama Zaragoza Activa (ZAC).

La Colaboradora, una de las piezas principales de Zaragoza Activa, está regida por una asamblea abierta a todos sus miembros. ZAC

La Colaboradora, una de las piezas principales de Zaragoza Activa, está regida por una asamblea abierta a todos sus miembros.
ZAC

“El edificio de la Azucarera ha dejado de ser la antigua fábrica de azúcar para convertirse en una fábrica de ideas, en un centro de producción de proyectos empresariales y de fomento de la creatividad y el conocimiento. Un foco de atracción social, económico y cultural”, explicaba Lola Ranera (PSOE), concejal delegada de ZAC en su nacimiento. Era 2010 en una ciudad que, sorprendida tras redescubrir sus cuatro arterias líquidas (el Ebro, el Huerva, el Gállego y el Canal Imperial), soñaba con millas digitales y barrios tecnológicos mientras el empeño bancario de la Expo del agua lastraba para décadas las cuentas de su Ayuntamiento, en la que la perplejidad por el descubrimiento de potencias que llevaban toda la vida ahí, como el dinosaurio de Monterroso, se entremezclaba con las inercias decadentes de los pelotazos del ladrillo y bluf del .com.

“Zaragoza Activa sale de un diagnóstico. Se trataba de superar la generación clásica de equipamientos de los barrios y de desbordarla. Está pensada desde lo común, como un ecosistema de milennials y con el objetivo de empoderar a los usuarios”, explica Raúl Oliván, director e ideólogo del tinglado en sus siete primeros años de funcionamiento.

ZAC es algo complicado de entender, incluso para quienes forman parte de su red, que supera los 10.000 miembros, y para los integrantes de los más de 500 proyectos, la mayoría de autoempleo, que han pasado por ella, y que en gran parte siguen vinculados. “Se trataba de crear un sistema con componentes éticos, en el que primaran temas como la colaboración, y alejado de las lógicas liberales de la aceleración de negocios” que se utilizan en otras incubadoras, señala Oliván, para quien “ZAC es infinitamente más que un vivero de empresas”.

Un entramado de programas

De hecho, la incubación es solo una parte, aunque importante, de una estructura repartida en dos espacios físicos (ZAC-La Azucarera y el Laboratorio ZAC de la calle Las Armas, al que va a sumarse un Centro de Nuevas Economías) en los que, junto con una biblioteca como Cubit, conviven espacios como un semillero de ideas o escuela pública de emprendimiento, un coworking desde el que opera una treintena de autónomos y proyectos de economía creativa e innovación en el comercio de proximidad como Made in Zaragoza. También están un engranaje de inteligencia colectiva con banco del tiempo como La Colaboradora, por el que han pasado más de 200 proyectos, grupos residentes de investigación, experimentación y producción en comunidad; talleres de aprendizaje como el Remolacha Hack Lab, un área dedicada al empleo en clave de inserción laboral, las continuas iniciativas de hackeo (“programación con entusiasmo”, vendría a significar el palabro) y mapeo urbanos, los espacios de economía feminista, software cívico y ecología urbana y, también, un ámbito de colaboración con la universidad como el programa MIE (Mediación, Innovación y Emprendimiento).

La Azucarera del Raval acoge desde su nacimiento en 2010 la sede principal de Zaragoza Activa.

La Azucarera del Raval acoge desde su nacimiento en 2010 la sede principal de Zaragoza Activa.

“La idea era pasar de una Administración que enseña a una que aprende a través de la inteligencia colectiva, mediante un sistema de escalones, o de transiciones blandas, que permita conectar a los usuarios”, señala Oliván, que anota cómo al eje inicial consistente en poner en marcha una oficina municipal de desarrollo económico y social “se le fueron añadiendo, cada vez más, procesos cualitativos de innovación social”. “Para eso era necesaria una red potente, y por eso en 2013 pusimos en marcha La Colaboradora, la Red ZAC y el centro de Las Armas”, añade.

¿Complicado de entender? Quizás. O no tanto. O no para todos, ya que el modelo, básicamente en lo que se refiere a La Colaboradora y a la Red ZAC, está siendo replicado en Argentina, Colombia, Brasil, México y Nicaragua, por un lado, y en Orense, Tarragona, Euskadi, Madrid o Huesca, por otro, o cuando recibe premios como el Eurocities en la modalidad de P2P (2016), el Centro Iberoamericano de Desarrollo Estratègico Urbano se fija en Made in Zaragoza o su semillero de ideas entra en el listado mundial de buenas prácticas sociales de la Fundación Alternativas.

Un banco del tiempo

Una de las piezas clave de Zaragoza Activa es La Colaboradora, gobernada por una junta y por una asamblea que reúne a todos sus miembros y que se autodefine como “un espacio físico de inteligencia colectiva donde una comunidad colaborativa trabaja en sus proyectos empresariales, sociales o creativos con el único requisito de pago de intercambiar ideas, servicios y conocimiento a través de un banco del tiempo para fortalecer la economía del don”.

La Colaboradora Incluye un coworking y organiza programas como un “comaster” formativo que en cada edición supone la llegada de una veintena de nuevos proyectos, la mayoría de cuyos promotores siguen al acabar vinculados a ella a través de una serie de grupos de trabajo centrados en modelos de negocio, comunicación, redes sociales, formación o el banco del tiempo, con el que cada miembro adquiere el compromiso de aportar cuatro horas mensuales, ya sea para actividades del colectivo o mediante intercambios con otros integrantes.

Ese banco del tiempo registra el intercambio de en torno a 2.000 horas cada año, más de un 80% de ellas con la comunidad, en acciones colectivas, y algo menos de un 20% entre sus miembros, que se transfieren en asesoramiento y trabajo. No obstante, el tiempo invertido en general por los miembros de la red es mayor: 112.633 horas acreditadas en el último recuento, realizado en marzo, con un peso notable de la comunicación y el emprendimiento (19.821 y 19.355), seguidas de las dedicadas a las nuevas tecnologías y las redes sociales (18.949) y a inteligencia emocional (16.451) y, a continuación, las de transformación social y colaborativa (11.772) y las de innovación (11.651), por delante de otros capítulos como trabajo en equipo (6.877), gestión (5.735) y liderazgo (2.477).

“Algunas empresas se van juntas del vivero”

En el semillero de ideas y el vivero de empresas se desarrollan las fases de incubación y lanzamiento de proyectos. “El vivero solo puede entenderse desde el ecosistema de Zaragoza Activa, que mantiene una vocación de servicio municipal”, explica Jaime Minguijón, gestor de esta parte del conglomerado Zac, desde el que operan 17 empresas, y del coworking de La Colaboradora, desde el que lo hacen 27 emprendedores.

El fundador de ZAC y director en sus primeros siete años, Raúl Oliván, con Arantza Gracia, concejal de ZeC y delegada municipal.

El fundador de ZAC y director en sus primeros siete años, Raúl Oliván, con Arantza Gracia, concejal de ZeC y delegada municipal.

“La mitad de esas 17 empresas utilizan fórmulas de economía social, como cooperativas, fundaciones, sociedades laborales y oenegés”, señala Saúl Pérez, compañero de Minguijón. Su perfil está mayoritariamente enfocado hacia el sector servicios, aunque también las hay y las ha habido del sector tecnológico, caso de las dedicadas al márketing online, al diseño de aplicaciones para móviles o al diseño gráfico; otras más técnicas, del sector de la ingeniería, la energía o la arquitectura, y entidades como Acción contra el Hambre, a las que próximamente se unirá un grupo de trabajadores sociales.

“Se trata de empresas de economía social o que asumen sus principios. Tratamos de que haya colaboración entre ellas, y, de hecho, algunas de las que han salido del vivero se han ido juntas ya que tenían clientes comunes para distintos servicios”, anota Minguijón. La permanencia en el vivero, cuyo acceso gestiona una comisión de cinco personas con mayoría de personal municipal, está limitada a dos años, con la posibilidad de otro de prórroga.

En sus cinco primeros años de funcionamiento, entre 2010 y 2015, Zaragoza Activa incubó 375 proyectos, 182 en La Colaboradora y 86 en el semillero, principalmente de autoempleo, y 107 en el vivero de empresas. El 95%, el 51% y el 79% de esas iniciativas, respectivamente, seguían adelante a los 24 meses de nacer. En los casi ocho años que lleva funcionando, la red ha generado un retorno social de casi veinte millones tras multiplicar por más de tres cada euro público invertido por el Ayuntamiento de la capital aragonesa.

“Si ZAC es hoy un proyecto con cierta resonancia internacional, no es por la audacia de sus técnicos, sino por la comunidad que ha prestado generosamente su talento e ideas, apropiándose de los espacios, alimentando así un sentimiento de pertenencia y un grado de identificación con el proyecto desconocido en el ámbito de lo público”, señala Oliván.

“Si ZAC es hoy un proyecto con cierta resonancia internacional, no es por la audacia de sus técnicos, sino por la comunidad que ha prestado generosamente su talento e ideas, apropiándose de los espacios, alimentando así un sentimiento de pertenencia y un grado de identificación con el proyecto desconocido en el ámbito de lo público”, señala Oliván.

Este reportaje se ha realizado con la colaboración de la
Unión de Ciudades Capitales Iberoamericanas.

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