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REPORTAJE ESPECIAL: De las aulas a los bares: empapar la ciudad de interculturalidad

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Por Patricia Simón.

Ciudades como Barcelona o Cádiz se han convertido en laboratorios de la cultura de la interculturalidad gracias a iniciativas como la novela gráfica Un regalo para Kushbu, el Espai Mescladís o el programa Escuela y Compromiso Social. Ejemplos y experiencias extrapolables a otras urbes iberoamericanas que entiendan que migrar es un derecho y que la inmigración es una oportunidad y una riqueza para sus poblaciones.

Entre que supo entender lo que le pasaba y empezó a conocer los pasos a dar para ser realmente quien era, a Camilo se le ha pasado buena parte de la vida. A sus 54 años y tras vivir en varios países, cuando se le pregunta qué habría sido de él si la transexualidad estuviese normalizada, resopla. “Uf, no habría salido de mi país, Colombia. Es más, si yo hubiera nacido en esta época en la que los niños se sienten libres de decírselo a sus padres, que les entienden, yo sería una persona totalmente distinta. No habría intentado suicidarme varias veces, ni me habría dedicado al alcohol como lo hice”, explica con la misma generosidad con la que ha compartido su vida en Un regalo para Kushbu. Historias que cruzan fronteras, una novela gráfica que recopila en cómic la historia de nueve personas migrantes y refugiadas, producida por la fundación Mescladís y la asociación cultural Al-liquindoi y coeditado por el Ayuntamiento de Barcelona.

unregaloparakushbuUn regalo para Kushbu consigue lo más importante para cualquier creación artística: romper con las preconcepciones y los prejuicios, salir de los lugares comunes y evitar lo ya narrado mil veces. Historias como las de Farida, Kushbu o Camilo aparecen retratadas como lo que son, sus vidas, y no como la representación del colectivo en el que se les suele encasillar, los ‘sin papeles’. “Los migrantes solemos ser interpretados por alguien o se nos mete en grandes grupos, privándonos de nuestra individualidad y reforzando así la invisibilidad, que es seguramente la mayor forma de desprecio. Siendo invisibles se entiende que no se tienen sentimientos, capacidades intelectuales ni, por supuesto, derechos”, reflexiona Martín Habiague, director de Mescladís, una iniciativa que en estos 12 años de se ha convertido en un referente para los proyectos de transformación social en España.

“Es este proceso de invisibilizar lo que nos permite vivir con normalidad que hayan muerto más de 15.000 personas en el Mediterráneo sólo desde 2014. Si no fueran invisibles, se nos haría tan insoportable como que haya miles de vecinos y vecinas viviendo sin derechos, porque la figura de ‘sin papeles’ no significa nada, son sin derechos”.

Y personas invisibilizadas y sin derechos son las que protagonizan Un regalo para Kushbu, la última iniciativa de Mescladís, después de años organizando talleres en los que juntaban a personas que llegaron a Catalunya en los 50 o 60 con recién llegados, o empapelando las persianas de más de 160 comercios barceloneses con retratos de personas migrantes con un resumen de sus historias, realizados por el afamado fotógrafo Joan Tomás, aliado incondicional de Mescladís. Todo ello para que el vecindario se conociera y desterrar así el discurso de ‘nosotros y ellos’, ‘nosotros y los otros’. Y hacer entender, como resume el poeta mexicano, que “Los otros somos todos”.

Sin embargo, no son estas sus iniciativas más reconocidas, como sí lo es el Espai Mescladís, un restaurante-escuela en pleno centro de Barcelona, en el barrio del Born. Allí, unas 80 personas, la mayoría en situación administrativa irregular, se forman como camareras y ayudantes de cocina. Una de ellas fue Soly Malamine, ahora encargado de la gerencia del Espai, y uno de los protagonistas de Un regalo para Kushbu.

Malamine, senegalés, quería ser ingeniero de carreteras, pero sin una economía que le permitiese estudiar, y tras años sobreviviendo gracias a la venta ambulante, decidió poner rumbo a Europa. “Mis amigos de infancia se dividían en tres grupos: los del no futuro, los que aceptaban su sitio en la familia y los que estudiábamos y estudiábamos sabiendo que no llegaríamos muy lejos por la falta de recursos”. Tras una larga odisea y un viaje en patera de cuatro días, consiguió llegar a Santa Cruz de Tenerife. Ese sería el inicio de la gran lucha por la supervivencia, ya en suelo español, granjeada de todos los obstáculos que despliega la Ley de Extranjería para convertir en una yincana casi insalvable el acceso a los papeles.

Martin Habiague“Todo lo que hacemos en Mescladís busca reivindicar el derecho a migrar y visibilizar la riqueza que traen las personas migrantes. Si no hubiese inmigrantes habría que inventarlos porque, como explicaba un informe de 2011 de Fundación Obra Social La Caixa, sin la aportación migrante no habría habido ni crecimiento ni Estado del Bienestar. Esto, que es obvio para los economistas y académicos, no llega a lo medios ni a la ciudadanía, que los siguen viendo como una amenaza para su bienestar”, explica Martín, que junto al ilustrador Sagar Forniér, el escritor y guionista Gabi Martínez y la especialista en fotografía –entre otras muchas cosas– Jessica Murray, pusieron en marcha esta novela gráfica con la que buscan llegar a un público más amplio, especialmente el adolescente, a través de este material pedagógico con el que van a ir a las aulas para “denunciar las mafias que se alimentan de este modelo migratorio tanto dentro como fuera de este país, abordar la situación de los menores no acompañados, la trata con fines de explotación sexual –que se presenta como si no tuviera nada que ver con las políticas de extranjería–, la cuestión de la transfobia, los refugiados sin refugio…”, añade Martín. Cada historia está dibujada por un ilustrador distinto, dotando a cada historia de la individualización que comentábamos a la vez que a la novela del carácter coral que la hace tan redonda.

equipo mescladisUna de las riquezas de esta novela, publicada por la prestigiosa editorial de cómics Astiberri, es que además de conocer unas historias apasionantes narradas desde la fortaleza de sus protagonistas, conocemos parte del tejido asociativo que ha permitido que el colectivo migrante de Barcelona sea de los más organizados, empoderados y reivindicativos. Una de estas entidades es la Asociación  Catalana para la Integración de Homosexuales, Bisexuales y Transexuales Inmigrantes (ACATHI). Su fundador y presidente, Rodrigo Araneda, explica cómo la acogida se suele hacer desde la caridad, cuando debería hacerse desde la restitución de los derechos. “Se debe concebir que las personas refugiadas y migrantes tienen capacidades, que son las que les han permitido sobrevivir. Pero se asume que no las tienen y que hay que capacitarlos. Y estos discursos son muy desastrosos”, nos explica. Fue precisamente Rodrigo quien, empoderó a Camilo, según él mismo nos cuenta,  para que  “no sólo no me doliera contar mi historia, sino que al contarla pueda ayudar a otras personas”.

“La gente cree que me acosté pensando que era mujer y me desperté creyendo que era hombre. Lo tengo claro desde que tengo uso de razón. No somos enfermos mentales, lo único que queremos es adecuar nuestro cuerpo a lo que nos dice nuestro cerebro. Cuando la sociedad nos fuerza a ocultar lo que tenemos dentro, tenemos que vivir una vida que no es la nuestra”, dilucida Camilo, que hasta hace apenas cuatro años no pudo empezar a tomar la testosterona como parte de su proceso de transexualización.

“Yo tenía siempre cara de amargura, podía sonreír, pero no reír. Pero desde que me hice la mastectomía me ha cambiado el gesto. Aún no he conocido la felicidad total, pero me voy acercando. Ya puedo mirarme en el espejo, aunque me tape la parte de abajo”, nos explica Camilo, que comparte libro con Farida (pseudónimo por razones de seguridad), una joven afgana que llegó a España para ponerse a salvo de las amenazas contra ella y su familia por parte de los talibanes.

dialogos invisiblesHija de una maestra que le dejó claro desde niña que tenía derecho a hacer lo mismo que los hombres, y después de haber tenido que refugiarse un año en Pakistán, estudiar un año en Kirguistán gracias a una beca, y recibir numerosas ofertas para estudiar en diversos países del mundo, se dispuso a abrir un restaurante para mujeres en Herat. Después de que otro joven fuese asesinado en su ciudad por haber ido a estudiar a Japón, y de que las amenazas se repitiesen, sus padres la obligaron a marcharse a hacer un máster en Barcelona.

Farida nos explica que duda que pueda volver pronto a Afganistán. Hace apenas un par de semanas fue asesinado un allegado. Aunque su familia no pueda venir a visitarla a España por cuestiones de documentación, ella no identifica nada que le haya desagradado desde su llegada a Barcelona, donde destaca lo bien acogida que se siente. Pero, como recuerda en el libro, sentencia: “En Kirguistán y en Barcelona he tenido libertad. Pero entaller_cornella_adultos_eli Afganistán era feliz”.

Mientras, en Mescladís siguen ideando proyectos. El más próximo, que verá la luz en marzo, será en colaboración con la cervecera artesanal 08. Con ella, pondrán en marcha un programa de formación e inserción laboral con el que ampliarán el número de alumnos y los ámbitos en los que desenvolverse. En estos doce años de existencia, ya han formado a más de 800 personas, con un ratio de inserción laboral de un 30%. “Está bien si ves todas las dificultades que hay en los procesos de arraigo, pero nosotros vivimos desde lo cualitativo: sabemos quiénes son, sus situaciones personales… y eso no te permite estar satisfecho nunca”, expresa Martín.

De los libros a las aulas

“El proyecto Escuela y Compromiso Social surge de la necesidad de llenar unas carencias que identificamos en el alumnado de educación secundaria y superior, donde hay unos ritmos de trabajo muy acelerados, pero poco tiempo para dedicarse a hablar de los problemas reales de la vida. Nuestro objetivo es romper los muros que separan los institutos de temas tan importantes como las vulneraciones de derechos humanos”. Quien habla es Antonio Lobato, coordinador del área gaditana de educación y sensibilización de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA) desde hace cuatro años. Fue entonces, cuando se jubiló tras una vida como orientador en un Instituto de Educación Secundaria en San Fernando, cuando pasó de ser quien gestionaba las visitas a su centro del voluntariado de esta reconocida ONG andaluza a ser parte de su voluntariado.

escuela y compromiso social apdhDesde 2005, APDHA Cádiz desarrolla este tipo de talleres por los que, sólo el año pasado, pasaron unos 3.000 alumnos. Pero es a raíz de la supresión de la asignatura Educación para la Ciudadanía por parte del Gobierno de Mariano Rajoy, en 2012, y la reducción de las horas destinadas a Filosofía en la formación secundaria, cuando APDHA crea el proyecto “Escuela y compromiso social”, impartido por cinco personas y que cuenta con el apoyo de ayuntamientos como el de la ciudad de Cádiz.

“En los centros no hay hueco para tratar cuestiones como la crisis de refugiados o la guerra de Siria, por lo que nosotros les ofrecemos este programa”, nos explica Lobato, que además de desterrar en los talleres rumores sobre la inmigración, la islamofobia o la homofobia, entre otras cuestiones, también los desmonta sobre los y las adolescentes en esta entrevista. “Hablar de los adolescentes es como generalizar sobre toda la población. Muchos tienen problemas por su contexto de privación. Pero la inmensa mayoría son gente muy sana, que se interesa y ve los informativos, pero que necesita crecer en un entorno en el que les aclaren las dudas porque, como nosotros siempre les decimos, el futuro está en sus manos”.

Para ello, APDHA trabaja a tres niveles en las aulas. Empiezan con talleres de sensibilización sobre los derechos a la sanidad, a la educación, a la justicia, a la vivienda… En una segunda sesión, profundizan –dependiendo de la preferencia del profesorado– en la prevención de la violencia machista y de los delitos de odio, en la inmigración o en el refugio. Y por último, imparten un taller de diseño de acciones concretas como activistas, “para comprobar que han adquirido los conocimientos”, como subraya Lobato.

cocina mescladisPero para ello, es fundamental que sean los y las jóvenes quienes lleguen a sus propias conclusiones. Para ello, fomentan el debate y el diálogo, iniciando los encuentros con cortos, fotografías o noticias de actualidad vinculadas con las cuestiones a tratar. Y a raíz de ahí, se trata de desterrar los prejuicios y estereotipos que “lamentablemente son muy parecidos a los de la población adulta porque son los que oyen en la casa, en la calle o en las redes sociales”, explica Lobato.

“La idea es generarles contradicciones. Preguntarles, por ejemplo, si en Cádiz somos racistas. La respuesta inmediata es que no, que somos la cuna de la tolerancia y la libertad. A partir de ahí les mostramos hechos recientes como un joven negro que cada vez que jugaba al fútbol los fines de semana le hacían la vida imposible a base de insultos. También casos de agresiones homófobas que se han dado en las discotecas de la ciudad o las personas sin hogar que siguen muriendo en nuestras calles”, recapitula Lobato.

Es a partir de ese momento que empiezan a desbrozar con datos y hechos los discursos de odio y rechazo, que encuentran en las aulas uno de sus muros de contención más importantes, porque es precisamente ahí donde niños, niñas y jóvenes con familias de distintos orígenes están creciendo juntas, conociéndose y comprobando que no hay un ‘nosotros contra ellos’ que resista la prueba de la convivencia y la amistad.

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