Por Ulises Martínez
Director de Televisión
Municipio de Guatemala
Las sociedades y las personas se asemejan. Podemos comparar la vida de un individuo con la historia de una sociedad política. Es decir, toda comunidad de individuos que se organizan para buscar los fines relativos al Bien Común, pasan por una infancia, una adolescencia y una edad madura.
Eso sí, hay una gran diferencia, las personas, al llegar a esa edad madura empiezan a decaer y finalmente mueren. No es el caso de las sociedades humanas. Cuando una comunidad que ha pasado por estas etapas llega a su madurez, logra mantenerse, mejora, se vuelve más profunda, más humana, más capaz de alcanzar, en cada uno de sus miembros, la felicidad que da la plenitud, el logro de los fines individuales.
Además, la edad de una sociedad, por esta precisa razón, se mide con otros parámetros. Lo que en un individuo toma diez, veinte, sesenta años… en una sociedad pueden ser doscientos, trescientos, mil años.
La sociedad guatemalteca, en un momento sin precedente en su historia, hace veinte años tomó una de las decisiones más trascendentales de su vida independiente. La Firma de la Paz que puso un punto final a un conflicto de casi cuarenta años que, a su vez, daba expresión a procesos endémicos de segregación social, es un parte aguas en la historia política de los guatemaltecos. A partir de ese momento empezamos a vivir lo que podría llamarse “la edad de la razón”. Una razón que diseña, planifica una sociedad, no para la guerra, sino para la paz.
Sin embargo, todo comienzo es difícil. Es complicado cambiar los hábitos que nos han gobernado durante casi dos siglos. Es por eso que, en la celebración de los primeros veinte años de ese Evento, podemos decir que veinte años… no es nada…