Carla no puede volver a casa por el camino más rápido porque esas calles “no son para mujeres”. Alejandra teme el Metro de su ciudad desde que la osada mano de un cobarde recorrió impunemente todo su cuerpo en un vagón atestado. María revisa su escote para evitar ‘provocar’ a los amigos de su pareja. Mientras, Erika se promete que es la última vez que maquilla los golpes. Demasiadas han muerto por ocultarlos.
Todas estas historias concurren en ciudades, en espacios donde se arremolinan agresiones contra la mujer que derivan, de acuerdo con expertas en seguridad como María Gómez y Griselda Rodríguez, de “un proceso de inferiorización, vulnerabilización y fragilización social”. De este, surgen los miedos y las inseguridades que interiorizan las mujeres sobre los espacios que deberían sentir como suyos.
No hay cifras capaces de medir qué sintió Carolina cuando, tras robarle el celular, su victimario se permitió tocarla, embriagarse con la sensación de poder que el miedo y la violencia le daban o la impotencia de T. quien tras abortar, sufrir los insultos como “putita” del personal que debería haberla apoyado, se vio forzada a “ponerse un DIU”.
Sin embargo, Naciones Unidas, que celebra este 25 de noviembre el día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, revela que de los 25 países con más casos de feminicidios registrados, 10 son iberoamericanos. Además, la organización estima que la violencia física afectó a un 35% de mujeres del mundo o que una de cuatro niñas no se han sentido nunca seguras en un baño público.
La ciudad alberga y produce la violencia contra la mujer y, por ello, desde la política local y desde la óptica de lo local se debe abordar esta lacra. De acuerdo con el informe ‘Carga Global de la Violencia’, editado por la Universidad de Cambridge, los datos nacionales pueden llevar a equívocos y es necesario abordar este problema desde lo subnacional. Del mismo modo, estas medidas desde lo local deben contar con la perspectiva de las víctimas, de ellas, de acuerdo con el reclamo de la investigadora Caroline Moser.
Ante estos retos las ciudades iberoamericanas actúan con diversas tácticas que, a pesar de su disparidad, persiguen hacer de su ciudad un espacio donde la mujer pueda caminar, donde puedan realizarse y hacer ciudad.
Problema público
La igualdad y la seguridad de las ciudadanas son derechos reconocidos en retos globales como los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Así, uno de los grandes deberes de la ciudad es llevar al ámbito público esta lucha. Ciudades como Cádiz (España) hacen visible cada muerte con un minuto de silencio a las puertas del Ayuntamiento o Asunción, la capital paraguaya, que llevó el color naranja, que representa esta lucha a sus edificios públicos, y la información sobre la forma de combatir esta lacra a su mercado público.
Urbes como la capital de Portugal, Lisboa, asumen la responsabilidad de generar un debate público e internacional sobre la violencia contra la mujer. De este modo, entre este 24 y 25 de noviembre han puesto en marcha la Conferencia Internacional sobre Políticas y Prácticas para intervenir la Violencia de Género. Además, esta ciudad puso en marcha ayudas para incentivar a la sociedad civil a trabajar sobre este asunto y reconoce las labores en pos de la igualdad y el respeto a la mujer con el premio Madalena Barbosa.
La ciudad boliviana de La Paz también apostó por dar voz a las víctimas, no solo apoyo, así cabe destacar el comunicado que las mujeres del albergue Chuquisaca quienes pedían “estamos llamadas a tener derecho a la justicia y a la reparación integral que se nos ocasionó”. Este hecho lleva más allá de la asistencia ordinaria a las víctimas y es que solucionar de forma temporal las necesidades básicas no soluciona las secuelas de la violencia. Así, los refugios para víctimas de la violencia machista requieren contemplar muchas aristas que van del empoderamiento económico a la autoestima.
Llegar a la víctima
Para apoyarlas, hay que llevar a ellas. Las líneas telefónicas son un recursos habitual en las grandes ciudades iberoamericanas. En ellas la mujer puede encontrar apoyo ante diversos casos de violencia y discriminación. En el caso de la Ciudad de México, por ejemplo, se impulsó una campaña para que se denunciaran los despidos a embarazadas. Además, las ciudades intensifican su apuesta por estos servicios como en el caso de Bogotá donde pasará a estar disponible las 24 horas en 2017, pues las agresiones no tienen horario.
Otra medida para alcanzar a las víctimas y divulgar estas problemáticas la representa la ‘fotonovela’ impulsada por la Intendencia de Montevideo que, bajo el lema ‘La violencia empieza con la desigualdad’, narra, a través de personajes como ‘el padre’, ‘el jefe’ o ‘la madre’, las diferentes violencias que vive la mujer en la ciudad y que “podemos transformar”.
Los cursos de formación son otra forma de llegar a las víctimas. Desde el Ayuntamiento de Cádiz se han impulsado cursos de habilidades sociales, las cuales llegan a ser anuladas por la violencia sufrida; en San José, la capital de Costa Rica, se apuesta por la autonomía de la mujer, mediante programas para empoderarlas mediante el emprendimiento. Ciudades como Caracas Metropolitana y La Paz han generado experiencias formativas dedicadas a permitir la ocupación y reinserción de la mujer. En el caso caraqueño, destaca la cooperación con el mundo universitario para poner en marcha estos proyectos.
A pesar de las diversas vías, hay reflexiones como las de la jurista Alda Facio que no han de olvidarse. Para ella, al trabajar con las supervivientes de los efectos violentos de esta “danza desigual” que es el género, hay que reconocer que “la mujer de clase alta, en edad reproductiva, adinerada, sin discapacidades visibles, blanca, esposa de un banquero, puede compartir la subordinación de género con una mujer pobre, vieja, discapacitada, lesbiana y negra. Es difícil reconocerlo, pero es así”.
Educar en la igualdad
‘Noviazgos sin Violencia’, bajo este nombre Buenos Aires lanzó un programa con el que se presta apoyo a las parejas de adolescentes que detectan los primeros síntomas de la violencia y, conscientes de ellos, buscan comenzar un proceso de asesoría y reeducación contra los celos y los prejuicios. Además, Buenos Aires combina medidas de protección a las víctimas como las ‘tobilleras’ de control a los agresores con otros que buscan romper prejuicios contra mujeres migrantes o implantar la perspectiva de género en la agenda pública.
No hace falta estar en una relación para comenzar un proceso educativo basado en la igualdad. Desde el consistorio gaditano, por ejemplo, se puso en marcha unas clases para niños en edad preescolar basado en dinámicas lúdicas con las que trabajar contra los prejuicios y cimentar las relaciones de igualdad.
Desmontar los mitos mediante expresiones artísticas y didácticas fue una de las medidas lanzadas por Madrid. Con una exposición itinerante, la capital de España trata de desmontar los prejuicios sobre la violencia. Del mismo modo, impulsó la creación artística con Rodajes con G, una experiencia con la que trata de capturar la necesidad de Igualdad en una historia.
Un reto pendiente
La complejidad de las violencias contra la mujer hacen que la ciudad encuentre nuevos retos a diario. Así, los prejuicios fluyen por lo urbano y generan nuevas dinámicas de fragilización contra la mujer, nuevos miedos y nuevas víctimas. El reto de la ciudad ser tan flexible como las violencias que enfrenta.
De ahí que diversos informes especializados crean que el rol de la ciudad ante esta lacra requiere más capacidad tanto en materia de recursos, de potestades; como en capacidades y capacitaciones. La mirada local que organizaciones como la ONU ven necesaria para analizar y comprender este problema y que ciudades como Buenos Aires o Lisboa han puesto en marcha con Observatorios propios; requiere formación y sensibilidad.
Además, las ciudades saben que comparten estos problemas que se denominan violencia contra la mujer, que se trata de un problema global y trabajan unidas. Así lo demostró Mercociudades, por ejemplo, en su última reunión de la Unidad Temática de Violencia de Género o la Unión de Ciudades Capitales Iberoamericanas con su Comité Sectorial de Igualdad. Así, la unidad en la diversidad de lo urbano, de lo iberoamericano, es un reto clave para eliminar esta violencia, la violencia contra la mujer.
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