Es tiempo de la ciudad construida por y para todos, de una urbe que es consciente de quién y qué la compone, así como de los retos, como el tecnológico, que tiene frente a sí misma. Bajo esa premisa, con la que arrancó el máximo representante de CGLU, Josep Roig, giró la mesa organizada por la OCDE en el marco de la Cumbre Mundial de Líderes Locales y Regionales.
“Es el momento del 10% más pobre”, aseveró Ángel Gurría, secretario general de OCDE de quienes hacen la ciudad con la movilidad laboral continuada, los flotantes, por ejemplo. De que la ciudad eleve la voz ante las citas internacionales, ante las fuerzas globales. A estas palabras se suman las de Ana Marie Argilagos, de la Ford Foundation, quien incitó a “jugar al futuro”, pues las ciudades ya han experimentado, vivido y saben “lo que funciona”, ahora deben compartirlo.
Tras enunciar estos retos, llegó el turno de las ‘recetas’. Concretamente fueron las de Medellín, en palabras de su alcalde, Federico Gutiérrez; Madrid, narrada por su alcaldesa y copresidenta de UCCI, Manuela Carmena, y Montreal, que fue explicada por su alcalde, Denis Coderre. Todos coincidieron en una clave: acercar la política, darle un rostro fiable, digno de la labor que representa, una gestión urbana con un componente ciudadano.
Para que este ingrediente ciudadano sea posible, la ciudad, sus gestores, deben velar por un ciudadano pueda formarse como tal. Es inadmisible, en palabras del alcalde de Medellín, que jóvenes tengan su vida marcada en séptimo grado por la incapacidad de mantenerlos en el sistema formativo. Esa tesitura fomenta la violencia. Una realidad a combatir con “dureza”, pero también con inmersión social.
Educación y cultura en toda la ciudad. Esa es una de las recetas propuestas por la alcaldesa de Madrid y copresidenta de UCCI, Manuela Carmena, quien apostó por nutrir la ciudad con centros. Por reconvertir “mataderos en espacio culturales”, incitó aludiendo al popular centro cultural de Madrid. Sin embargo, para que estas políticas sean viables, aceptadas y hasta deseadas hay que dar ejemplo, como indicó.
De la idea a la práctica hay un precio. Ante esto, Carmena no dudó en afirmar que es necesario generar un pacto entre lo social y lo privado, algo que no está opuesto pues “combatir la desigualdad es rentable”. “El mundo requiere de todos”, por eso, la alcaldesa de Madrid instó a entender la inversión en la inclusión no solo como un gasto, a hacerlo como un pacto para cuidar lo que se crea, en el que unidos se combaten realidades como que, por ejemplo, la esperanza de vida en Madrid puede reducirse en casi 20 años entre distritos.
De este modo, la receta para una ciudad inclusiva parece pasar por un gobierno más ciudadano, una política más humana y, previo a todo, un análisis de quién y qué forma esa ciudad para adecuar la fórmula a la realidad.