Con colores hacen visibles sus sombras, sus retos. Las comunidades de Gays, Lesbianas, Transexuales y Bisexuales iberoamericanas usan las manifestaciones del Orgullo Gay como muestra de lucha unida, como celebración de su ser, a la par que evidencian sus retos pendientes.
Rosa para aludir a la sexualidad. Rojo para reclamar la vida. Naranja como reivindicación de la salud. La naturaleza tenía su espacio con el verde y el amarillo. El arte, la serenidad y la espiritualidad cerraban la bandera que creó Gilbert Baker en 1978 para aludir a la parte más espiritual y creativa del ser. Esa bandera ondea en estos días, con algunos colores menos, en buena parte de las capitales iberoamericanas para manifestar que “el estigma dejó paso al orgullo”, como indica Begonya Enguix.
El Orgullo Gay no tiene una fecha definida en Iberoamérica. A pesar de ello, el aniversario de la rebelión del Stonewall Inn, acontecida entre el 27 y el 28 de junio de 1969, es un momento de recuerdo obligado. En ese día quienes eran tratados como “ratas callejeras”, de acuerdo con las declaraciones de uno de los ‘héroes de Stonewall’, se enfrentaron a la represión con puñetazos y el verbo envenenado, “esa noche las ratas brillaron como el oro más precioso”, según el veterano de Stonewall Thomas Lanigan-Schmidt.
Sin fecha clara, la reivindicación de lo gay tiene formas y citas propias en Iberoamérica. En 2017, por ejemplo, Madrid acogerá el WorldPride, la cita global de la comunidad gay. Cada mayo, además, la ciudad de São Paulo adelanta la fecha y promueve su masiva celebración Orgullo Gay en el mes de mayo. Junto a estas citas, las manifestaciones puntuales para reclamar derechos o denunciar agresiones, los activismos improvisados en redes sociales o la creación de redes que trabajan en la creación de cultura gay o en la promoción de la salud sexual son una realidad iberoamericana.
Arco iris y sombras
Los esfuerzos se traducen en logros como la legalización del matrimonio homosexual, reconocido ya en al menos seis países iberoamericanos, o en la promulgación de leyes contra los crímenes de odio que abarcan aspectos como el reconocer y registrar estos ataques, la prevención y la concienciación social sobre los mismos o para la defensa y el reconocimiento de los derechos de la comunidad LGTB. Legislación presente en al menos 12 países iberoamericanos, de acuerdo con un informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
A estos hitos se contraponen las sombras que en Iberoamérica persisten para las personas LGTB. Leyes, que bajo las etiquetas de sodomía o indecencia, penan el vestir con prendas ‘femeninas’ o las prácticas afectivas entre personas del mismo sexo. A estas leyes se suma la arbitrariedad judicial o los maltratos médicos contra personas LGTB. El problema no es regional, una encuesta de ONUSIDA reveló que un 23% de las personas homosexuales encuestadas recibió insultos verbales en el período de un mes, un 33% de los hombres había recibido miradas incómodas y al menos uno de cada diez (11%) reportó haber sido atacado físicamente en los últimos cinco años.
La última sombra, como evidenció el intelectual mexicano Carlos Monsiváis, es la autoimpuesta. Entre arco iris y sombras no faltan personas que niegan a su mente, a la reflexión, lo que solo permiten al cuerpo solo a escondidas, «entre el misterio y el peligro» y con rápida condena al olvido. Ejemplo de ello es el pintor Richard Segalman, quien contaba a ‘Vanity Fair’ cómo la noche de Stonewall dejó que la energía de esa jornada entrara por su ventana, pero no participó de ella. Él es gay. Se reconoció como tal tras esa primera marcha del Orgullo Gay que tuvo lugar un 28 de junio de 1969 donde había gente marchando, en lugar de con banderas de colores, con bolsas de papel en la cabeza para no perder su trabajo.